La Inmaculada con el Niño
(Atrib. Diego Velázquez, ca. 1615-1616).
En la noche del pasado 24 de enero, los técnicos del IAPH, encabezados por su director, Juan José Primo, y representados por Gabriel Ferreras, Lourdes Núñez y Cristina García, ofrecieron los resultados generados a raíz del estudio realizado a esta pintura con motivo de la restauración a la que fue sometida.
Lo primero que debemos señalar es que se trata de una obra que fue donada a la parroquia por Dña. Soledad de Rojas, quien la había recibido como parte del patrimonio familiar, al que llegó a inicios del siglo XIX, por lo que debemos volver a agradecer este legado que nos entregó.
La pintura se adscribe a la representación iconográfica de una joven Virgen María que lleva en brazos al Niño Jesús, ambos inertes e ingrávidos, como flotando en medio de la escena, denotando ella una hermosa mirada cargada de ternura, mientras él observa al espectador, sosteniendo una manzana, identificándole como el nuevo Adán, el Salvador y Redentor del mundo. La escena se ve acompañada según la descripción apocalíptica de San Juan: una mujer vestida de sol, con la luna a sus pies y doce estrellas sobre su cabeza. A ello, se le añaden atributos referentes a las letanías lauretanas: la torre de David, caracterizada como la torre del Oro, las distintas especies arbóreas, el huerto que alude a la virginidad, la fuente de la salud, etc.
De una belleza reseñable es la sencilla guirnalda de flores que los rodea, donde figuran azucenas alusivas a la Inmaculada Concepción; rosas, flor de la maternidad; tulipanes, símbolo del amor sincero; o clavellinas, que hablan del amor eterno. La intervención ha permitido sacarla a la luz, pues se encontraba oculta bajo un tosco repinte efectuado en el siglo XVIII.
Los distintos procesos que se han llevado a cabo en todo el curso de la restauración han permitido hacer un acercamiento mucho más adecuado a la realidad original de la obra, donde destacaríamos que el verde empleado era muy habitual en Francisco Pacheco, pero no en Velázquez, de ahí que nos sitúenos ante una obra de la primerísima producción del maestro sevillano.
En concreto, nos traslada a un Velázquez en su etapa formativa dentro del taller de Pacheco, antes de alcanzar el rango de maestro y de tener taller propio, pero eso sí, con rasgos y personalidad propia, visibles en la manera de pintar a base de trazos verticales que deja un mayor empaste en los rebordes generando mayor volumen, o en el blanco tan característico que siluetea sus figuras.
En la comparación con otras obras, el naturalismo de ambas imágenes se aleja de las formas propias de Pacheco, o incluso el tratamiento de los ropajes, en sus volúmenes y en sus pliegues nos acercan de una manera más clara a Velázquez.
Los tejidos que a modo de pañal cubren al Niño son también asociables a los que figuran en la Adoración de los Magos, de Velázquez, expuesta en el Museo del Prado. Otro elemento que lo separa de su maestro son las estrellas. Pacheco las hacía de seis u ocho puntas; Velázquez, al modo de puntos de luz.
Las lunas de Pacheco son cuartos crecientes claramente identificables, como en la catedralicia Inmaculada con Miguel Cid. Por su parte, las de Velázquez son esferas casi desvanecidas.
Se han podido ver similitudes entre el rostro del Niño y la de la Inmaculada Niña que pocos años después ejecutara, que se conserva en una colección privada madrileña.
El galeón representa a María como mediadora que lleva a buen puerto a los cristianos, como Madre de la Iglesia. Es la única pieza de la obra con error de perspectiva. ¿Intencionado? Los técnicos atisban a ver cómo las velas y mástiles forman D D V, iniciales presentes en las primeras firmas de Velázquez.
Con ello, la obra es un excepcional exponente de la pintura sevillana de inicios del siglo XVII, cuya atribución a Diego Velázquez la enmarca en plena juventud, cuando contaba con unos 15 años, lo que la convertiría en la creación más precoz que se le conozca.
En el siguiente enlace, ofrecemos un vídeo a modo de resumen, donde se dan a conocer algunas de las conclusiones que los técnicos del IAPH ofrecieron ayer.