Pintura
El interior de la iglesia del antiguo convento dominico de San Pablo posee un extenso programa iconográfico de naturaleza pictórica, ideado de manera concienzuda por un mentor cuya personalidad no ha podido identificarse hasta este momento, pero que con seguridad formaría parte de la Orden de Predicadores.
Al pintor gaditano Clemente de Torres (1662-1730), formado artísticamente en el obrador de Valdés Leal, se atribuyen con firmeza seis de los apóstoles pintados sobre los pilares del templo, correspondiéndose con San Pedro, San Pablo, San Andrés, San Matías, Santiago el Menor y Santiago el Mayor, plasmados de cuerpo entero, en figuras solemnes y monumentales, provistas de una emotiva expresión espiritual. Otros dos apóstoles, San Felipe y Santo Tomás, reflejan la paleta de Lucas Valdés (1661-1725), mientras que los restantes pertenecerían a un anónimo colaborador de su taller.
Las pinturas de Lucas Valdés en San Pablo, realizadas a partir de 1709, constituyen la culminación de su trayectoria como muralista. Allí, en la bóveda del presbiterio, plasma el Triunfo de la Fe, demostrando su maestría en el desarrollo de la perspectiva, al tiempo que un gran dominio compositivo en una escena alegórica religiosa de cierta complejidad. En los ocho gallones del intradós de la cúpula pintó parejas de ángeles que portan atributos de la Letanía Lauretana y sostienen medallones con letras que componen las palabras Ave María. En las pilastras corintias que se adosan a los pilares del crucero pintó un amplio repertorio de santos y beatos dominicos. En lo alto de los muros laterales de dicho transepto se disponen, pintadas al temple, La entrada triunfal de San Fernando en Sevilla y un Auto de fe en tiempos de San Fernando, que se encuentran entre lo mejor de su producción. Otra escena histórica pintada por este mismo artista, como es el caso de La batalla de Lepanto, nos recuerda desde el muro de la epístola la institución de la fiesta de la Virgen del Rosario el 7 de octubre de 1571 por el papa dominico Pío V, coincidiendo con la victoria naval de los ejércitos cristianos frente a los turcos. En la bóveda del sotocoro plasmó ocho escenas veterotestamentarias, mientras que en el techo de la sacristía tuvo ocasión de pintar en el centro La adoración del Niño Jesús en el cielo, entre medallones con La conversión de San Pablo y La apoteosis de San Pablo.
También fue autor Lucas Valdés, hacia 1710-1715, de los dos espectaculares lienzos que cuelgan a ambos lados de la capilla mayor, con las escenas de David y el traslado del Arca de la Alianza y La reconstrucción del templo de Jerusalén en tiempos del profeta Ageo, tomadas del Antiguo Testamento, y luciendo amplios y cuidados fondos de arquitectura. Pero, sin duda, los dos óleos más significativos que custodia la parroquia, procedentes de la colección atesorada en su día por el convento de San Pablo, son los que se exhiben en la capilla sacramental, donde se escenifican los episodios de Santo Domingo en Soriano y La curación milagrosa del beato Reginaldo de Orleans, que Francisco de Zurbarán (1598-1664) contratara con la comunidad dominica en 1626 formando parte de una serie más extensa, apareciendo en ellos magníficos efectos de carácter naturalista, como el excelente tratamiento de las texturas de las telas y los variados detalles de naturaleza muerta. A una generación anterior perteneció Francisco Pacheco (1564-1644), de quien se conserva en el despacho parroquial una hermosa tabla protagonizada por la Virgen del Rosario con las Ánimas del Purgatorio, realizada en fecha muy próxima a 1612. Plenamente barrocas, como concertadas en 1659, serían las pinturas de Juan de Valdés Leal (1622-1690) que se exponen en la capilla de la Quinta Angustia. Por su parte, el interesante lienzo que preside el retablo dedicado a las Ánimas Benditas del Purgatorio se asigna certeramente al pintor tardobarroco Vicente Alanís (1730-1807) hacia 1772.