Tiene especial predilección el Señor por su pueblo, pero sin duda alguna son los niños, los que tras muchas alusiones en los Evangelio, a los que considera con pasaporte directo al Reino. Son tantas las veces que nos habla de ellos, de su inocencia y de su bondad como parte de su escudo protector a los ojos de los cristianos, que no tenemos mas remedio que pararnos a pensar e imitar el comportamiento que siempre tuvo Jesús con ellos. El pedía amor y protección para los más pequeños, porque son los más débiles de la sociedad y nuestro Señor Jesucristo es puro amor y misericordia con ellos. En el evangelio de hoy, nos avisa del amor del padre por cada uno de sus hijos, en especial por los niños que se alejan del camino por la influencia de los escándalos y las malas acciones de los adultos.
“Os aseguro que, si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el reino de los cielos… Lo mismo vuestro Padre del cielo: no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños”… san Mateo (18,1-5.10.12-14).
En el libro del Deuteronomio (31,1-8), el Señor insta a su pueblo a ser valiente, a no temer a nada ni a nadie en su nombre:
“¡Sed fuertes y valientes, no temáis, no os acobardéis ante ellos!, que el Señor, tu Dios, avanza a tu lado, no te dejará ni te abandonará”.
No deja de ser tan actual este mandato como lo fue para el pueblo de israel al final de su travesía por el desierto a las puertas de la Tierra Prometida. También hoy tenemos que ser valientes para afrontar nuestra realidad católica, sobre todo en determinadas partes del mundo, donde, aún hoy, son perseguidos aquellos que anteponen la fe, el amor a Dios y al prójimo, al egoísmo y al materialismo de la sociedad actual. Muchos de ellos son verdaderos mártires que nos dan un ejemplo de vida, actitud valiente y entrega al mensaje de Cristo Resucitado, llenándonos a todos de esperanza.
Reflexión de Diego Mestre Domínguez