El 8 de diciembre de 1870, el Papa Pío IX nombró a San José como Patrono Universal de la Iglesia, no podía tener un patrón mejor que aquel carpintero, qué tanto protegió al Niño Jesús y a su Madre María. Dios lo hizo custodio de esta bendita Familia que fundó en la Tierra.
La iconografía de San José ha cambiado a lo largo de los siglos, durante toda la Edad Media se le representó como un anciano, en ocaciones calvo, o el pelo canoso, casi siempre barbado. Sus vestiduras típicamente hebrea, muy importante su manto del que se dice que utilizó para envolver al Niño recién nacido, en ocasiones con vara de la que brotan flores y otras con báculo que sirve para llevar un hatillo o calabaza a modo de cantimplora (atributos de peregrino) como se le representó en la Huida a Egipto.
En el hatillo, en la faltriquera o en la mano también se le ha representado con las herramientas propias de su oficio de carpintero: “¿ No es este (Jesús) el Hijo del carpintero?” (Mateo 13:55a).
Los episodios de la vida de San José más representados han sido:
El sueño de San José, Huida a Egipto, El regreso de Egipto, El viaje a Belén con ocasión del censo, Natividad y Adoración de los pastores, Circuncisión y Presentación del Niño, Jesús ante los Doctores, La Adoración de los Magos, La Anunciación de María, La Visitación, El Árbol de Jesé, y San José con el Niño en brazos o itinerantecomo está en nuestra parroquia y que salió de la gubia del magistral Juan Martínez Montañés y que fue figura central el pasado noviembre en la Magna exposición que tuvo lugar con ocasión del 450 aniversario del genial artista en su ciudad natal, Alcalá la Real.
Será al final de la Edad Media, y en el comienzo de devotio moderna cuando a San José se le representará más joven, a partir de Trento se afianzará este nuevo tipo iconográfico desarrollado por los principales artistas del Barroco.
"Y tomé por abogado y señor al glorioso San José, y encomendéme mucho a él. […] No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer”: Libro de la Vida, cap. 6, nn. 6-8 de Santa Teresa de
Jesús.
Artículo de Aurora Ortega López