Santa Mónica (332-387), nacida en Tagaste en lo que hoy es el país de Túnez, era la madre de San Agustín de Hipona y fue la persona que logró que abandonara el maniqueísmo y se convirtiera al catolicismo en el 387, llegando a ser Padre de la Iglesia y máximo exponente de la Patrística. Falleció a los 55 años de edad en el puerto de Ostia, esperando para embarcarse con su hijo de vuelta a casa y con la alegría de que había conseguido ese mismo año la conversión de Agustín. Es el modelo de madre cristiana y tiene su festividad el 27 de agosto. En las Confesiones, San Agustín relata el pensamiento y el trabajo apostólico de su madre.
Se trata de una obra de bulto redondo y talla completa con idealización del rostro por su juventud, presentando cierto movimiento por el suave contraposto de la pierna derecha y por el gesto declamatorio de los brazos. Nos encontramos ante una escultura barroca de la segunda mitad del siglo XVII muy mesurada en su expresionismo, no alcanzando el mismo grado de dinamismo ni el realismo de la senectud, por ejemplo, de la Santa Mónica de escuela sevillana de finales del seiscientos atribuida a Marcelino Roldán, que se encuentra en la Prioral de Puerto Real.
La imagen de Santa Mónica aparece vestida con el hábito negro de las monjas agustinas, llevando la correa característica de la Orden a modo de cíngulo. Con toda probabilidad en su mano izquierda portaría la Santa Cruz que a día de hoy le falta, y que forma parte de la iconografía habitual de las representaciones de Santa Mónica. Al igual que un cuadro de la Virgen Salus Populi Romani, que se conserva en este templo, es probable que la imagen de Santa Mónica proceda del cercano y desaparecido convento del Pópulo, pues tras la desamortización de Mendizábal en 1835, sus obras se dispersaron; el hecho de ser una santa especialmente venerada por la Orden de los Agustinos pudiera corroborar esta hipótesis.
Pedro Manuel Fernández Muñoz