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Cristo expiante y Dolorosa

Este Crucificado es uno de los marfiles hispano-filipinos más importantes y notorios que existen en el mundo, tanto por su gran tamaño como por su antigüedad. Se trata de una obra de arte híbrida de inspiración europea y técnica oriental que responde a la tipología iconográfica de los Cristos expirantes, siendo el prototipo de estos y una de las realizaciones más antiguas en este género y de las primeras en llegar a España, ya que fue donada al convento de San Pablo por el fraile dominico lego fray Juan de Barrera en 1585, como bien atestigua una inscripción en su magnífica peana manierista con incrustaciones de taracea de marfil, sirviendo este dato para poder fechar al Expirante de la Catedral de Toledo, idéntico en su morfología y en su medida de 80 cm. Se encuentra clavado sobre una cruz de madera negra rematada con arandelas de plata que termina en pivotes gallonados también de estilo manierista. La enorme dimensión del colmillo en el que está tallado es la causa del arqueamiento del cuerpo del Cristo que deja un gran espacio entre la cruz y la espalda de la figura.

Los Cristos expirantes constituyen casi la mitad del total de las imágenes en marfil hispano-filipinas que han llegado a nuestros días. Muestran la cabeza erguida mirando al cielo con la boca entreabierta y la gruesa corona de espinas nos recuerda a los crucificados de talla en madera del siglo XVI, así como su sudario en forma de delantal. Los cabellos caen en bucles trabajados minuciosamente, dejando la frente espaciosa levemente fruncida. Tiene un acusado aire orientalizante, propio de estos primeros marfiles, debido a los párpados superiores e inferiores abultados que dan la sensación de tener los ojos rasgados por la inclinación de los rabillos; la nariz recta y corta aparece aplastada en su parte alta reflejando la fisonomía de los naturales. Caracterizan a estos Cristos el desprecio de la anatomía por influencia de la sensibilidad china, a la que no le gusta el alarde de las formas. Los brazos tallados de otros colmillos no detallan ni hombros ni axilas, apareciendo pegados al tronco cilíndrico.

Filipinas era una zona de intercambio comercial estratégica de productos de Oriente y Occidente. Este colmillo de marfil proviene probablemente de Siam, estando trabajado por artistas sangleyes, que era el nombre que recibían los chinos que comerciaban y vivían en aquellas islas y eran maestros en los trabajos ebúrneos. La finalidad de estas obras era el uso litúrgico y catequético en las iglesias recientemente creadas en este nuevo territorio de la Corona. Con el Galeón de Acapulco, también llamado la Nao de China, estas ricas mercancías eran exportadas hasta México y de allí llegaban a Europa a través del puerto de Sevilla. Esta obra constituye un hermoso testimonio tanto de la grandeza de un Imperio donde no se ponía el sol, como de la labor apostólica de la Iglesia española, llevando la luz del Evangelio a los confines del mundo.

Bajo el Cristo de marfil se encuentra la imagen tallada de una Virgen dolorosa de busto prolongado y cortado a la altura de las caderas, del siglo XVIII, que presenta las manos juntas en gesto implorante a la altura del pecho. Por sus rasgos faciales de ancha papada nos remitimos a la estética de la época de Cristóbal Ramos y Cesáreo Ramos, aunque sin la finura del tratamiento de la anatomía facial del primero.

Pedro Manuel Fernández Muñoz