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Retablo de la Inmaculada Virgen Maria de la Medalla Milagrosa

Realizado en un momento un poco posterior al inicial proceso de decoración de la iglesia conventual, el retablo que ocupa la imagen de la Inmaculada Virgen María de la Medalla Milagrosa es claro ejemplo de la readaptación de iconografías que en ocasiones sufren los retablos. Inicialmente estuvo dedicado a San Jacinto, lo que viene a corroborar el hecho de que la mayoría de altares y retablos se dedicaron a santos de la orden o relacionados con la misma a fin de ofrecer modelos de imitación a los frailes del convento, así como la glorificación de los miembros destacados. En este retablo recibió culto posteriormente el Nazareno de las Fatigas, hoy situado en uno de los altares del crucero.

El retablo se ha venido relacionando con el quehacer de Sebastián Jiménez en 1725, así como el frontero, si bien este parece anterior por la formulación de los soportes que articulan el cuerpo principal, los cuales combinan un imoscapo retallado, una sección abalaustrada central y remate torso, como es habitual en las postrimerías del periodo salomónico, justo antes de la irrupción del estípite que aparece tímidamente enmarcando la hornacina del ático que cobija un relieve que representa la aparición de la Virgen a San Jacinto. A los lados de la imagen de la Virgen que preside el retablo aparecen las esculturas de San Luis Beltrán y Santo Tomás de Aquino.

Pedro Manuel Martínez Lara