Bartolomé Esteban Murillo
Personajes
Feligrés también de la Magdalena fue el insigne pintor Bartolomé Esteban Murillo que recibió las aguas del bautismo en el primitivo templo parroquial el 1 de enero de 1618, por lo que cabe situar su nacimiento en el mes de diciembre inmediatamente anterior. Era el hijo menor de Gaspar Esteban y María Pérez, fecundo matrimonio del que nacieron catorce hijos: Juan (1589), Bartolomé (1591), Felipe (1593), Lorenzo (1594), María (1597), Juana (1598), Baltasar (1601), Jacinto (1602), Ana (1604), María (1606), José (1609), Úrsula (1612), Gaspar (1613) y Bartolomé (1617). La familia residía en las inmediaciones del Convento de San Pablo y debía gozar una desahogada posición económica merced a la profesión de barbero cirujano que tenía el padre. El apellido Murillo, por el que se le conoce, era el de su abuela materna.
El 25 de junio de 1627 se produce el fallecimiento de su padre, que recibe sepultura en el Convento de San Pablo. Su madre le seguiría al sepulcro poco después el 8 de enero del siguiente año, por lo que siendo niño de diez años de edad queda huérfano. Este hecho motiva que su cuñado Juan Agustín Lagares asuma su tutoría. Se sabe que Lagares, feligrés también de la Magdalena, había nacido en Baena (Córdoba) en 1601, era cirujano y había contraído matrimonio con Ana, hermana del pintor, en 1625, quien había enviudado de su anterior enlace con Cristóbal Sánchez Carrascoso.
En 1633, cuando cuenta con quince años de edad, decide trasladarse al Nuevo Mundo formando parte de la expedición del Marqués de Cadereyta. Se ignora si llegó a embarcarse y, caso de haberlo hecho, su retorno no se hizo esperar.
Probablemente influenciado por el entorno de su familia materna entra en contacto con el mundo del Arte. Su tío Antonio Pérez (+ 1631) era pintor y se había casado en primeras nupcias con una hija de Vasco de Pereira (1535 – 1609), destacada figura de la pintura sevillana de fines del siglo XVI.
El aprendizaje del joven Murillo como pintor debió estar a cargo de Juan del Castillo (1590 – 1657), casado con una hija de Antonio Pérez, en cuyo taller de la Plaza del Pozo Santo estuvo entre 1633 y 1638.
El historiador ilustrado Juan Agustín Ceán Bermúdez (1749 – 1829) señala que con el fin de familiarizarse con la pintura de Flandes e Italia, Murillo realizó en 1642 un viaje a Madrid, donde pasaría dos o tres años estudiando las colecciones reales y que fue huésped de Velázquez, sin que exista corroboración documental acerca de esta aseveración.
El 7 de febrero de 1644 fue recibido como hermano de la Cofradía de la Virgen del Rosario del Convento de San Pablo. Actualmente esta Corporación se encuentra unida a la Hermandad de Montserrat. También fue miembro de la Hermandad de San Lucas, a la que pertenecían los pintores de la ciudad y que estaba radicada en la Parroquia de San Andrés.
El 26 de febrero de 1645 contrae matrimonio en la Parroquia de la Magdalena con Beatriz de Cabrera Villalobos, cinco años más joven que el artista, natural de Pilas y que vivía en la calle San Eloy. Esta unión tuvo crecida descendencia: María (1646), José Felipe (1647), Isabel Francisca (1648), José Esteban (1650), Francisco Miguel (1651), Francisco Gaspar (1653), Francisca María (1655), Gabriel (1657) y Gaspar Esteban (1661).
La importante actividad del taller y la amplia familia del pintor le obligan a cambiar de domicilio, estableciéndose en 1647 en la collación de San Isidoro de donde pasaría a la de San Nicolás en 1651, a la de San Bartolomé en 1663 y, finalmente, a la de Santa Cruz en 1680.
Repetidamente la muerte se cebó con la familia de Murillo, pues entre 1652 y 1663 fallecerían varios hijos, su hermana Ana, su cuñado Lagares y, por último, su esposa a los 41 años de edad a causa de unas fiebres puerperales.
Fue asimismo uno de los impulsores de la Academia de pintura, creada en 1660 para el perfeccionamiento del arte de pintores, escultores, retablistas y decoradores. Murillo la dirigió hasta 1663, abandonándola más tarde por sus discrepancias con Juan de Valdés Leal (1622 – 1690), de quien se afirma poseía un carácter altivo.
Durante muchos años mantuvo amistad con Miguel Mañara (1627 – 1679) y el canónigo Justino de Neve (1625 – 1685). El primero llegaría a ser padrino de bautismo de varios hijos del pintor, y quien le llevaría a la Hermandad de la Santa Caridad, en la que ingresó el 10 de mayo de 1665. El segundo fue el gran promotor de las obras del templo de Santa María la Blanca y fundador del Hospital de Venerables Sacerdotes, que poseyeron destacadas obras del artista, desgraciadamente expoliadas durante la Francesada en el siglo XIX.
En 1681 acometería su obra postrera, el retablo mayor de la iglesia gaditana de los capuchinos, un conjunto de cinco pinturas sobre los “Desposorios místicos de Santa Catalina”. El pintor y tratadista Antonio de Palomino (1655 – 1726) refiere que en 1682, cuando Murillo estaba pintando el gran lienzo central, cayo del andamio donde se encontraba y como consecuencia de una hernia que padecía “se le salieron los intestinos”. El 3 de abril moría en su domicilio de la Plaza de Alfaro y al día siguiente recibía sepultura en la primitiva Parroquia de Santa Cruz, en una capilla presidida por la tabla del “Descendimiento” de Pedro de Campaña que hoy se halla en la Sacristía Mayor de la Catedral y a la que el artista admiraba en extremo, tanto que el historiador ilustrado Antonio Ponz (1725 – 1792) en el libro IX de su magna obra Viaje de España”, recoge que pasaba bastante tiempo contemplándola y cuando se le preguntaba qué hacía, solía responder “que estaba esperando quando acababan de baxar de la Cruz al Divino Salvador”. Hoy se desconoce el lugar donde reposan los restos de Murillo, que se perdieron en la demolición de la Parroquia de Santa Cruz que se llevó a cabo en el siglo XIX y que posiblemente permanezcan en el subsuelo de la actual plaza del mismo nombre, urbanizada sobre el solar que ocupó aquel templo.
La importantísima producción de Murillo, lo convierten en una de las figuras cumbres de la pintura española del Barroco con gran repercusión en la posterioridad.