Esta escultura de Jesús Nazareno abrazado a la cruz, de tamaño algo inferior al natural, procede de la desaparecida parroquia de Santa María Magdalena, cuyo edificio fue destruido en 1811, durante la Invasión Francesa. La talla fue concebida en origen para presidir el retablo que contrataron en diciembre de 1586 los albaceas testamentarios del jurado Juan Peláez Caro con el ensamblador y escultor Gaspar del Águila, autor de la referida efigie, correspondiendo su policromía al pintor Antonio de Arfián.
Desde comienzos del siglo XIX se viene conociendo a esta imagen bajo el título de las Fatigas, cuya advocación se relaciona con la expresión de supremo cansancio que reproduce la efigie en su camino hacia el Calvario, cuyo tránsito parece haber interrumpido momentáneamente para hacernos partícipe de su abatimiento. Con el rostro vuelto hacia el espectador, muestra las piernas flexionadas y su mano derecha apoyada sobre el muslo –lo que constituye su principal originalidad iconográfica–, al tiempo que el extremo inferior del travesaño largo de la cruz –espléndida pieza barroca de carey y plata– reposa en el suelo por delante de la figura, descansando sobre su brazo izquierdo. Se trata, por consiguiente, de un interesante eslabón dentro de la cadena de Nazarenos con la cruz “al revés” que tan usualmente plasmaron los escultores activos en Sevilla durante el siglo XVI.
José Roda Peña