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Ánimas del Purgatorio

Hasta tiempos recientes esta pintura se creía de autor anónimo. Ahora se asocia con la producción del pintor sevillano Vicente Alanís gracias a las relaciones formales establecidas entre las fisonomías de los personajes representados con el muestrario utilizado por este autor en otras obras de su catálogo. Como consecuencia de recientes pruebas documentales, el encargo de este cuadro por parte de la Hermandad Sacramental debió producirse alrededor del año 1769, cuando la parroquia de Santa María Magdalena estaba ubicada en el inmueble desaparecido en 1811 durante la dominación francesa. En ese momento Alanís estaba próximo a una de las mejores etapas de su carrera artística. Es muy posible que esta sea la mejor obra de todas las que compuso. Con el traslado de la sede parroquial al actual inmueble este altar se colocó sobre la pintura mural de San Cristóbal que aún hoy subsiste detrás de la misma y que apareció cuando se restauró el altar de Ánimas en 1980.

Las cualidades ofrecidas son evidentes. De considerables proporciones, está rematada en semicírculo y su composición dividida en dos planos: en el celestial, con la Trinidad enmarcada en un triángulo en la zona superior y con San José y la Virgen a la izquierda, y la Magdalena y San Miguel a la derecha, todos intercediendo por los purgantes que aparecen en la zona inferior, entre los que pueden diferenciarse, gracias a los atributos, un rey y un papa. Un trío de ángeles se dispone confundiendo los planos y salvan o ayudan a algunas ánimas en su empeño de alcanzar el descanso eterno. Aunque los personajes se mueven y adaptan a la forma del cuadro, también existe cierta simetría y esto permite la correcta lectura iconográfica del asunto representado. La joya de toda la pieza es la representación de la Virgen, inspirada en modelos practicados por Juan de Espinal una década antes y que combina virtudes de gracia y gallardía.

Álvaro Cabezas García