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Órganos

Respecto al del lado del evangelio, la caja del instrumento perdido guarda importantes semejanzas con la del órgano del mismo emplazamiento de la parroquia de San Juan Bautista de Marchena, por lo que podría atribuirse al autor de esta: Juan de Chavarría Murugarren (Estella, ¿? -Sevilla, 1772), pudiendo ser este uno de sus últimos trabajos. En la parte posterior se localiza la inscripción que data la policromía: “Se doró Año 1775. Se acavó en 14 de Mayo”. En el año 1811 el maestro Valentín Verdalonga le realizó una discreta intervención al instrumento en el transcurso de los trabajos llevados a cabo para adaptar la iglesia del exconvento de San Pablo en sede de la parroquia de Santa María Magdalena.

La disposición ideada es la siguiente: tres torreones dividen dos niveles de tubos  en planos lisos y en los extremos exteriores se encuentran dos planos lisos oblicuos con tubos canónigos. El basamento está compuesto de paneles, unos tallados y otros pintados. En el entablamento aparece un escudo de la orden dominica, y sobre él, un ángel de pie. La planta alterna las líneas semicirculares con las rectas.

El otro órgano que se alza en el lado de la epístola fue construido por el maestro organero Juan de Bono entre 1792 y 1795. Proveniente del primitivo edificio que ocupaba la parroquia de Santa María Magdalena, Valentín de Verdalonga trasladó hasta aquí este instrumento en 1811. Este hecho motivó que se sustituyera la anterior caja del órgano, obra del entallador Luis de Vilches en 1741. Está documentada la relación entre el organero Juan de Bono y el retablista Francisco de Acosta el Mozo, autor al que podría adscribirse la autoría de esta caja de transición estética al neoclásico.

La distribución es la siguiente: cinco calles para la tubería vertical organizadas en tres torreones rematados en cornisas mixtilíneas y dos planos lisos dobles. En la parte superior del entablamento partido y flanqueado por dos flameros sobre pilarcillos destaca una imagen de San Miguel, con los atributos de Santa María Magdalena a los pies.

Álvaro Cabezas García