Imagen de candelero para vestir, de tamaño natural, que representa a Nuestra Señora del Carmen llevando en el brazo izquierdo al Niño Jesús, mientras sujeta un cetro y el habitual escapulario en su mano derecha. Este último atributo, tan ligado a la devoción carmelitana, lo comparte con el pequeño y sonriente Infante, quien sostiene el suyo en la diestra, al tiempo que en la mano contraria porta la bola del mundo coronada por la cruz.
La efigie mariana queda revestida por túnica y escapulario de terciopelo marrón, este último bordado en hilo de oro, y capa de raso blanco que cae sobre los hombros, esto es, las prendas y colores del hábito de la Orden del Carmelo.
Como complementos argénteos, la Virgen luce corona y ráfaga, mientras que el Niño ostenta un juego de potencias sobre su cabeza. Estos atributos metálicos, cuya tipología y repertorio ornamental responden a un momento de transición entre el rococó y el neoclasicismo, nos parecen contemporáneos de las propias imágenes, que pudieran fecharse en los años iniciales del siglo XIX.
De manera provisional, por afinidades estilísticas y morfológicas, pueden atribuirse al escultor de origen genovés Juan Bautista Patrone y Quartín (1749-c. 1832), a quien también se adjudica, por ejemplo, la Virgen del Carmen de las gradas de la iglesia colegial del Divino Salvador de Sevilla.
José Roda Peña