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Orfebrería

Se guarda en el tesoro parroquial y en el propio templo una extensa y valiosa colección de objetos de plata, que cronológicamente oscilan entre los siglos XVI al XX, respondiendo a la variada tipología que demandan sus diferentes funciones litúrgicas y usos ceremoniales, amén de aquellos otros que se asocian al ajuar de determinadas imágenes de devoción.

Destacan, por ejemplo, los dos juegos de blandones barrocos, uno del siglo XVII propiedad de la fábrica parroquial de la Magdalena, y otro del XVIII procedente del Real convento de San Pablo. Los cálices sobrepasan la docena, siendo el más antiguo manierista, del último tercio del XVI, y los más recientes, incorporaciones neobarrocas del XX. También se cuenta con diversos copones, sobresaliendo por su belleza los de estética rococó, repujados en la segunda mitad del siglo XVIII. De entre varios ostensorios, uno de ellos, de estilo neoclásico, es utilizado en las grandes solemnidades y destaca por sus notables proporciones, habiendo sido labrado en el siglo XIX. De fines del XVII es una naveta, cuyo núcleo lo constituye una caracola marina recubierta de una chapa de plata calada y su base se muestra decorada con ángeles y acantos, sorprendiendo por la originalidad de su diseño y factura.

Añádanse a lo anterior los juegos de coronas, ráfagas, cetros y medias lunas de las Vírgenes del Amparo y del Rosario, que son piezas verdaderamente notables del siglo XVIII. Las argénteas peanas de Nuestra Señora del Amparo y de la Inmaculada del sagrario responden al gusto rocalla de finales del siglo XVIII. La diadema y el pomo de la santa titular, la Magdalena, se cincelaron a comienzos del Setecientos.

De la primera mitad del siglo XVII son las dos lámparas de plata que arden en la capilla sacramental. Sobre el banco del retablo, luce un soberbio sagrario punzonado a fines del siglo XVIII por Blas Amat. Pero, desde un punto de vista artístico, la obra más destacada de este espléndido conjunto de platería es la custodia de torre que posee la Hermandad Sacramental, utilizándola en el Monumento del Jueves Santo y para la procesión que acontece en la mañana de la festividad litúrgica del Corpus Christi. Su complejo y dilatado proceso constructivo se inició en 1678 por parte del platero Diego de León, continuándolo Cristóbal Sánchez de la Rosa y Juan Laureano de Pina, que la concluyó en 1692, aunque el basamento se lo añadieron entre 1770 y 1772 Blat Amat y Tomás de Pedrajas. Los tres cuerpos superpuestos y decrecientes de que se compone dicha custodia procesional responden a la plenitud del estilo barroco, incluyendo entre sus soportes columnas salomónicas. Respecto a su iconografía, aparece la Inmaculada en el primer cuerpo, el ostensorio en el segundo, el cordero apocalíptico sobre el libro de los siete sellos en el tercero y, como remate del templete superior, la imagen de la Fe victoriosa. Enriquecen la lectura en clave teológica y dogmática de la custodia las figuras de los cuatro evangelistas, los padres de la Iglesia Latina, ángeles mancebos, escenas de la Pasión de Cristo y diferentes emblemas alegóricos.