En marzo de 1707, la tercera orden de Santo Domingo, propietaria de la capilla de la cabecera del lado de la Epístola del templo conventual de San Pablo concertaba la que se ha documentado como última obra de Cristóbal de Guadix como arquitecto de retablos. Se trata de una formidable máquina lignaria de considerables dimensiones compuesta de banco y dos cuerpos con ático. En el banco se disponen sendos postigos y al centro la mesa y tabernáculo. Tanto este como el primer cuerpo, animado por columnas retalladas cuyo tercio central es salomónico, fueron muy transformados para acoger a las imágenes titulares de la Hermandad del Calvario, que reside y da culto en esta capilla desde 1927. Originalmente este espacio lo ocupaban esculturas de candelero de vestir de un Santo Domingo, al centro, y santos de la orden en las calles laterales.
El segundo cuerpo se organiza bajo la estructura de un arco que cobija a su vez un camarín donde aparece el altorrelieve de la Virgen con el Niño entregando el Rosario a Santo Domingo de Guzmán en presencia de Santa Catalina de Siena, ambos arrodillados. A los lados aparecen columnas salomónicas y dos hornacinas menores que cobijan a santos dominicos, apareciendo una pareja de ángeles como remate de las columnas extremas del piso inferior. Sobre este cuerpo se dispone el ático que se adapta a la forma de la bóveda y que contiene otro altorrelieve con el Santo Ángel de la Guarda flanqueado por angelotes tenantes y tarjas con la heráldica dominicana.
La imagen del Santísimo Cristo del Calvario es una de las más destacadas tallas de la escuela sevillana de escultura de la primera mitad del siglo XVII. Fue concertada en noviembre de 1611 con el escultor Francisco de Ocampo para la capilla privada que Gaspar Pérez de Torquemada tenía en la parroquia sevillana de Santa Catalina, especificándose por escrito que debía inspirarse en el crucificado de la Clemencia, que Juan Martínez Montañés había realizado a devoción de Mateo Vázquez, arcediano de Carmona, para su capilla en la Cartuja de las Cuevas. Tras diversas vicisitudes, aparece como titular de la cofradía de los Mulatos a finales del siglo XVII, radicada en la parroquia de San Ildefonso. Reorganizada aquella cofradía étnica en torno a este crucificado como hermandad de penitencia, y tomando esta el título del Calvario, la advocación con la que era venerada la imagen que pasaría a ser su titular, la efigie pasó a tener de nuevo carácter procesional. Con el tiempo, y tras una breve permanencia en la iglesia del colegio jesuita de San Gregorio, en 1916 la cofradía se trasladó a la ya entonces Real Parroquia de Santa María Magdalena, donde recibe culto ininterrumpidamente desde entonces, realizando su estación de penitencia en la madrugada del Viernes Santo. La imagen responde a un canon estético adscrito al primer naturalismo barroco, heredero directo de los planteamientos manieristas que habían presidido el tránsito del siglo XVI al XVII en la escuela sevillana de escultura. En 1940 durante una de las restauraciones a las que ha sido sometida, se encontró en el interior de la escultura un documento autógrafo de Francisco de Ocampo que terminó de certificar su autoría.
Al reorganizarse en 1886 la Hermandad del Calvario en San Ildefonso, sus hermanos tomaron como titular a esta espléndida dolorosa, atribuida con gran fundamento a la gubia de Juan de Astorga. El origen de esta imagen es algo confuso, puesto que el citado escultor intervino en numerosos encargos para la entonces recién renovada iglesia parroquial, auspiciados en su mayoría por Matías Espinosa, su párroco, y diversos feligreses, atribuyéndosele a Astorga al menos tres dolorosas en este templo. Parece que una de estas tres imágenes es la que Ana María Magallanes, destacada y acaudalada feligresa, tenía en propiedad y que hacía colocar junto al crucificado del Calvario en determinadas solemnidades, en lugar de otra imagen, original de Cristóbal Ramos y reformada por Astorga, que a tal fin había sido donada por Mateo Portela. Actualmente los especialistas se inclinan por identificar la dolorosa de Ana María Magallanes con la de la Presentación, si bien no hay documento que lo certifique.
Con el traslado en 1916 de la Hermandad del Calvario a la Magdalena, esta devotísima imagen pasó a recibir culto en ella, realizando la estación de penitencia en un formidable paso de palio ataviada con rico ajuar bordado. En el plano estético, la imagen de la Nuestra Señora de la Presentación aúna rasgos clásicos y románticos, encarnados en un rostro juvenil en el que se muestra el aspecto doloroso muy suavizado, a la par que signos de una sencilla emotividad contenida que evita lo trágico.
El 6 de abril de 1821 se abonaron 1260 reales a Juan de Astorga “por la Escultura de San Juan Evangelista” que fue colocada en la parroquia de San Ildefonso a los pies del crucificado de Francisco de Ocampo que hoy es titular de la Hermandad del Calvario. Se trata de un encargo ideado y sufragado por Matías Espinosa, a la sazón, cura párroco de San Ildefonso y responsable en gran medida de la terminación del nuevo templo y su adorno. En 1886 la reorganizada Hermandad del Calvario lo toma como parte del conjunto indisoluble que forma con la Virgen de la Presentación, que a su vez acompañan al crucificado que da nombre a la corporación, recibiendo culto desde 1916 en la Magdalena. Se trata de una imagen de cuerpo entero, si bien nada más tiene acabadas la cabeza, manos y parte inferior de las piernas, al ser realizada para vestir. Presenta los habituales rasgos de juventud del discípulo amado. Resulta interesante cómo el tipo físico se asemeja poderosamente al de las vírgenes talladas por Astorga y especialmente a la de la Presentación.
Pedro Manuel Martínez Lara