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Retablos

El retablo que preside el presbiterio de la actual parroquia de Santa María Magdalena, antiguo convento dominico de San Pablo el Real, puede conceptuarse, hoy por hoy, como la más grandiosa empresa retablística acometida en Sevilla durante el primer tercio del siglo XVIII. Con sus más de 160 metros cuadrados, debe considerarse el segundo en proporciones de la ciudad de la Giralda, después del imponente retablo mayor de la Santa Iglesia Catedral. Debe lamentarse la casi absoluta carencia de fuentes documentales que nos informen sobre su proceso constructivo. Si tenemos en cuenta que las obras del templo prácticamente estuvieron finalizadas para 1709 y que su consagración tuvo lugar el 22 de octubre de 1724, cabe suponer que entre estas dos fechas podría cifrarse el inicio y primer desarrollo de su realización, en lo que a su fase de ensamblaje y talla se refiere. El dorado y policromía se acometió, con toda seguridad, dos o tres décadas más tarde. En la traza del retablo y ejecución de algunas de sus esculturas pudo intervenir Pedro Duque Cornejo, advirtiéndose varias manos en la plasmación de su programa figurativo, que supone una exaltación de la Orden de Predicadores a través de sus santos más representativos, aunque reservando la zona central del ático para el altorrelieve de la Conversión de San Pablo. La efigie de Santa María Magdalena esculpida por Felipe Malo de Molina en 1707 ocupa desde mediados del siglo XIX la hornacina principal del retablo, mientras que en el antiguo manifestador del segundo cuerpo se aloja una valiosa escultura anónima de San Pablo, de comienzos del siglo XVII.

Varios retablos barrocos, articulados mediante columnas salomónicas, y construidos en los años iniciales del siglo XVIII, amueblan el interior del recinto sagrado. El más importante es el que Cristóbal de Guadix contratara en 1707 con la Venerable Orden Tercera de Santo Domingo para presidir su capilla, en la cabecera de la nave de la Epístola, donde ahora se disponen las imágenes titulares de la cofradía del Calvario. Quizás interviniera este mismo ensamblador en algunos de los pequeños retablos de modestas dimensiones repartidos por el crucero, caso de los que actualmente ocupan las esculturas del Nazareno de las Fatigas y del Sagrado Corazón de Jesús. El de la Virgen del Amparo –antiguo del Crucificado de Confalón– también advierte unos caracteres próximos a los de Guadix, pero resulta más esbelto y elegante de proporciones y con un tipo de talla más menuda y lograda que la habitual en su repertorio ornamental.

La modalidad del retablo de estípites, tan difundida en las ensambladuras sevillanas a partir de la segunda década del siglo XVIII, se encuentra representada en los altares de Santa Rita de Casia y de la Asunción. Finalmente, y respondiendo ya a una factura claramente neoclásica de cronología decimonónica, citaremos el actual retablo de la Virgen del Rosario y el de la capilla sacramental, concertado este último por Miguel Albín en 1817.